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Por: Pumby de Villa Rabitos

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Las palabras, a veces, se retuercen sobre si mismas hasta hacerse polisémicas y, en nuestro uso, no siempre acertamos a encontrar su mejor empleo. Eso me pasó a mi cunado utilicé la palabra “pasivo” para referirme a Robert. Sin embargo, coincido plenamente contigo, RSR, a la hora de evaluar al protagonista masculino. Ni una coma voy a cuestionarte. Y, en efecto, en su aspecto de actuación, Clint Eastwood tuvo una interpretación soberbia.

Donde tal vez haría falta una reflexión más detenida sería sobre Francesca. Dejo de lado a la Streep por lo dicho “ut supra”. Hablo, sólo, del personaje y lo hago sin cuestionarte el medio, cuando apuntas que la película se mueve en un contexto pasional, lo hace, como la vida, como la vida. También coincido en ello. Sí discrepo con que Francesca sea una mujer rural. Más bien diría que la han convertido (se ha dejado convertir) en tal. Ahora mismo ya no te sabría decir si me saqué esto de la película, de la novela o de una mixtura de ambas pero, vaya, Francesca, la joven Francesca, no era una timorata. Saltó al vacío sin red cuando se fue a América y dio un giro copernicano a su vida al aceptar casarse con un hombre de campo e irse a vivir a una granja en pos de una esperanza. Hubo un tiempo en que ella fue capaz de enfrentarse al mundo.

¿Qué le pido a Francesca?… que vuelva a ser ella, que aproveche la oportunidad que le da Robert para reencontrarse, para volver a ser audaz, valiente, libre. Sin embargo, lo que Robert le muestra es la medida de su impotencia, de su renuncia a si misma. Francesca, vive en el mejor de los mundos posibles – nos diría el profesor Pangloss – con un marido amantísimo, unos hijos ejemplares y una casita de cuento. Pero Robert le señala su mundo real, el de su propia frustración con ese “buen hombre” (la forma más perversa de violencia) para el que es madre antes que mujer, procreadora en vez de compañera, cocinera y no cómplice. Los años con el campesino la han embrutecido sin que ella lo percibiese, los días con fotógrafo le han devuelto, repentinamente, su consciencia de si. Pero ya es demasiado tarde para ella. Mis lágrimas por Francesca vienen de captar su consciencia del “tempos fugit”, de que su miedo no le viene porque algo la retenga sino porque ella misma se retiene. Ha perdido su vida, toda su vida y cuando le dan la oportunidad de recomenzar, no tiene ni fuerzas para hacerlo.

Independientemente de nuestras discrepancias, vuelvo a coincidir contigo en lo agradable del debate sobre “Los puentes de Madison”, claro que, la belleza de la película y la inteligencia de la interlocutora lo han facilitado enormemente.

PS.- Respecto a “ferocidades”… eso pasa con los felinos, pueden ser leones o gatos, depende de la sagacidad de quien se aproxime a ellos. No todos los humanos lo entienden.


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